Texto publicado en SDPnoticias.com el 9 de Julio de 2011 – http://tiny.cc/3xivq
Despierto muy temprano hoy, 9 de Julio de 2011, a eso de las 3 de la mañana y sólo encuentro malas noticias en los periódicos digitales. No es de asombrarse que esto suceda a diario desde hace algunos años, lo que me sorprende es que en lugar de disminuir la violencia, va en aterrador crecimiento.
Nací y creí en Sinaloa, por lo cual no debería de estar tan sorprendida de todos los hechos que están ocurriendo en Monterrey (ahora vivo aquí) y sus alrededores de hace unos dos años a la fecha. Aún más, y para mi desgracia, he estado en medio de un “ajuste de cuentas” más de una vez.
Era 1995 y cenaba con un grupo de amigos en conocido restaurant al aire libre de Los Mochis, Sinaloa, cuando de pronto empezamos a escuchar lo que para nosotros era el sonido de cohetes, pronto nos dimos cuenta de que no era así, cada vez más fuerte y más cerca se escuchaban las ráfagas de una AK-47. Todos en una acción de desesperación nos metimos debajo de las mesas y si el espacio nos lo permitía nos poníamos pecho tierra. Entre el estruendoso sonido de las ráfagas, uno de mis amigos empezó a rezar y nos tomamos de las manos temblando. No tengo idea de cuánto tiempo pasamos ahí debajo de las mesas, no sé si fueron 5, 10 ó 30 minutos, la adrenalina de estar en medio de esa situación no te permite percatarse ni de quién eres. En cierto momento levanto la mirada hacia la calle y veo clarísimo, como ahora lo recuerdo con la misma claridad, un hombre en la parte trasera de un carro Tsuru blanco disparando la AK-47, veo hacia el piso y solo veo sangre correr a mi alrededor. Momentos después, todo entra en calma, alguien del grupo nos dice que corramos a resguardarnos hacia una casa que estaba justo cruzando la calle, todos corrieron, yo fui la última, en esos momentos no sabes si optar por quedarte o correr porque no sabes dónde puede ser más riesgoso estar. Salgo de debajo de la mesa y en mi camino para huir del lugar estaba un grupo de cuerpos tirados en el piso, llenos de sangre, algunos ya con los ojos abiertos, habían fallecido. Muchos inocentes heridos y muertos esa noche cercanos a mí. Después de esa noche que no pude dormir como muchas otras noches después de lo ocurrido, amanece y la noticia en primera plana en el periódico: Asesinan al Procurador de Justicia del Estado. Él estaba sentado en una mesa enseguida de la mía cenando con su familia, su guardaespaldas que también murió, su hijo de 10 años, quedó gravemente herido, en coma.
Quizá sólo quien haya vivido algo así me podrá entender, es indescriptible el miedo, el dolor y la desesperación.
Antes este tipo de escenas eran privativas de Sinaloa, ahora están en el día a día en Nuevo León.
Anoche, como la mayoría de ustedes ya se habrán enterado, asesinaron a 21 personas dentro y fuera del bar “Sabino Gordo” en las calles del centro de la ciudad de Monterrey. ¿El motivo? Se dice que los encargados de realizar tal masacre fueron los Zetas, ya que el dueño del lugar no aceptó a darles el dinero que le solicitaban. Meseros, el guardia, el barman, clientes y un señor que vendía hotdogs afuera del lugar fueron parte de los asesinados, a todas luces: gente inocente.
Me duele ver a Monterrey en medio de esta situación ahora, me duele que una ciudad tan bella, con gente tan amable, una ciudad que siempre se había caracterizado por ser tranquila se haya convertido en un campo de batalla. Sí, no estoy exagerando con decirlo, es un campo de batalla, basta ver los periódicos que a diario narran todas las atrocidades e injusticias que están sucediendo. Mi espectáculo diario cuando transito por las calles de Monterrey es ver a grupos de patrullas policiacas por todas las calles, retenes y contingentes de soldados. Es curioso, porque la gente de Monterrey ya no quiere a la policía cerca, mucho menos policías de barrio ya que son blanco de balaceras, la gente trata de estar lo más alejada posible de quienes supuestamente guardan por nuestra seguridad. ¿Entonces qué? ¿Estamos solos?
No tengo idea cómo el Gobierno Federal se jacta diciendo que le estamos ganando la guerra al narco. Sin vergüenzas. Uno de los deberes de los gobiernos es proveerles seguridad a los ciudadanos, lo cual evidentemente no está pasando en ninguna parte del país.
Imposible no quebrarse ante el sufrimiento de nuestros semejantes, imposible no sentir dolor… Por aquellos que se han ido a causa de esta infamia y por sus familias, por aquellos que han estado en el lugar y momento equivocado.
Estamos en medio de una guerra… Estamos en guerra.